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Pobreza y exclusión en un mundo en transiciòn

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Mensaje por M.Kaminecky Dom Feb 05, 2017 9:56 pm



Actis Caporale,A , Carreras Silvia, Kaminecky M y Pedot L.

Uno de los temas capitales de la historia es la transición de un sistema de organización social a otro. La multitud de variables cualitativas y cuantitativas que involucra, el extenso periodo en que tiene lugar, los avances y retrocesos, la no correlación o relativa correlación entre lo que ocurre en la base de la sociedad y en la superestructura, la dificultad para identificar a los portadores de las nuevas relaciones sociales y las fuerzas que lo impulsan o lo frenan, hace de las transiciones un tema inagotable de investigación histórica. La comparación de la sociedad actual con etapas históricas anteriores nos permite descubrir regularidades que echan luz sobre el aparente caos de los acontecimientos.

Las reflexiones que siguen surgen del proceso de revisión bibliográfica que la investigación reclama para precisar el marco teórico. La misma- Mercado, marginalidad y estrategias de supervivencia en un contexto de pobreza urbana- forma parte del Plan de Fortalecimiento de la Ejecución de Proyectos de Investigación de la Universidad de Lomas de Zamora. El presente trabajo pretende enmarcar el fenómeno de la exclusión y la marginalidad social en el contexto más amplio de las transiciones, partiendo del supuesto de que las últimas transformaciones que los estudios sociales reconocen, pueden interpretarse como signos de una amplia etapa transicional.

Limitaremos nuestro análisis a Occidente por ser esta región la que, con más nitidez, permite verificar estos fenómenos y por estar más o menos familiarizado con su historia. Para ello disponemos de dos ejemplos: la transición del esclavismo al feudalismo y del feudalismo al capitalismo. Intentaremos describir algunas regularidades entre ambas y pergeñar algunas conclusiones para interpretar el presente.

LA TRANSICIÓN DEL ESCLAVISMO AL FEUDALISMO

Se extiende desde, aproximadamente, el siglo III de N. E. hasta el siglo XI, cuando encontramos al feudalismo consolidado y maduro. Esta lenta, imperceptible, molecular transformación de la estructura socioeconómica de Europa estuvo pautada por innumerables acontecimientos políticos, culturales, etc., de los cuales mencionaremos, a modo de ejemplo y por su relevancia, la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476 de N. E. y la difusión del cristianismo.

La sociedad romana tiene algunas similitudes con la actual sociedad capitalista, a saber: es una sociedad mercantil y el principal indicador de esta particularidad es la conversión del trabajador individual, el esclavo, en una mercancía. Debido al escaso desarrollo de las fuerzas productivas no es posible disociar al individuo de su capacidad de trabajo, como ocurre en el capitalismo, donde lo que se mercantiliza es la fuerza de trabajo de un individuo jurídicamente libre. Para su reproducción, el sistema depende de la oferta de esclavos, que son obtenidos mediante la guerra en las fronteras. De allí que la fortaleza del Imperio esté en directa relación con su capacidad de expansión. Cuando, en dependencia de los medios de comunicación de la época, el Imperio llega a sus confines, todo el sistema comienza a manifestar los síntomas de su crisis.
Otro elemento importante que provoca la decadencia del sistema mercantil romano está relacionado con la productividad del trabajo esclavo. Como sistema mercantil, basado en la obtención de ganancia, la innovación tecnológica es un componente, incipiente todavía, pero inherente al mismo. Pero el esclavo sólo puede ser productivo con un bajo desarrollo técnico, con la utilización de toscas herramientas y con una vigilancia cada vez más onerosa. Expediciones militares que se financian con impuestos, vigilancia permanente, insurrecciones frecuentes e imposibilidad de aumentar la productividad, tornan a la fuerza de trabajo esclava cada vez más cara y a esa forma de explotación obsoleta.

Los grandes propietarios abandonan las ciudades, se instalan en sus dominios con sus esclavos y establecen una relación novedosa: sin renunciar a su propiedad sobre las personas, los atan a la tierra y les entregan una parcela, con compromisos de retribución y con derechos a parte del producto. Es el colonato. Insensiblemente las relaciones de producción cambian, las ciudades decaen, la vida se ruraliza y todo prepara el terreno para el nuevo modo de producción, el feudal, cuyos gérmenes se asientan en la erosión de la estructura mercantil del Imperio. Las frecuentes invasiones de los bárbaros sobre las fronteras de un Imperio cada vez más débil, son portadoras de relaciones sociales más primitivas, pero que empalman con las transformaciones de la estructura social y económica romana. La caída definitiva de Roma en manos de los bárbaros y la disolución del Imperio Romano de Occidente es el más significativo de los acontecimientos políticos que van pautando, en la superestructura, esta transición.

La lucha entre la clase de los esclavos y la clase de los esclavistas deja paulatinamente de ser el eje sobre el que gira la vida social. La desaparición gradual y progresiva de los dos grandes contendientes los lleva a su extinción. No hay vencedores ni vencidos. Ambas clases son sustituidas por nuevas clases sociales, también antagónicas, que son la síntesis de la lucha irreconciliable de las anteriores: la clase de los propietarios feudales y la de los campesinos dependientes.


EL FEUDALISMO Y SU TRANSICIÓN AL CAPITALISMO

La caída de Roma significó, en gran medida, la desaparición del Estado. Todo el inmenso y abigarrado edificio institucional se derrumbó. La cultura, las artes, el comercio, las instituciones, el derecho, las formas de la política, las ciudades se hundieron en la larga noche medieval, donde la descentralización del poder fue la norma, en oposición a la centralización romana. Una nueva ideología, el cristianismo, se erigió en la concepción dominante del mundo occidental, frente al politeísmo y la diversidad de la sociedad anterior. La economía rural del feudo sustituyó las formas de intercambio mercantil desarrolladas en el Imperio.

Sólo sobrevivió el comercio a larga distancia, ejercido por judíos y trashumantes que se instalaban en los poros de la sociedad feudal. Pero en el seno de la sociedad feudal se gesta una nueva clase surgida de la reactivación del comercio: la burguesía. Esta vuelta a la actividad mercantil tiene una sólida base material.
La denominada Revolución Técnica Feudal, ocurrida en los siglos X y XI aporta técnicas y procedimientos desconocidos u olvidados: el arado con rueda y vertedera, el enganche en fila, la collera rígida, el rastrillo, el molino de viento, el barbecho trienal, etc., aumentan la producción agrícola y generan un aumento de la población y del excedente que se destina al intercambio. Parte de la población sobrante en el feudo emigra a otras tierras, a las viejas ciudades o bien crea otras nuevas en las encrucijadas de los caminos, en las radas, sobre las rutas del comercio. La amalgama entre la ciudad feudal y el campo, entre la burguesía y la nobleza, esa particular división de tareas entre las dos clases propietarias, permite la consolidación del feudalismo europeo tal como lo conocemos.

Pero el desarrollo y predominio del capital comercial no es todavía modo de producción capitalista. La burguesía no es tampoco la clase capitalista moderna. El desarrollo del mercado engendra el modo de producción capitalista y la evolución de la burguesía da lugar a la clase capitalista. En sentido estricto, sólo podemos hablar de modo de producción capitalista a partir de la penetración del capital en la esfera de la producción; y esto ocurre, a escala masiva, con la revolución industrial. De la misma forma sólo podemos hablar de clase capitalista a partir del paralelo desarrollo de su clase antagónica, la clase obrera, el proletariado o mejor y más precisamente, la clase de los asalariados; y ésta sólo se desarrolla a partir de la generalización del sistema de salariado que es producto, a su vez, del desarrollo del sistema fabril.

Sin embargo, en la esfera de la superestructura de la sociedad, la burguesía realiza notables avances, varios siglos antes de convertirse en clase dominante. En primer lugar, en el plano ideológico. Su concepción del mundo, las relaciones sociales burguesas, van sustituyendo, paulatinamente, la escala de valores y la organización feudales, impregnando, finalmente, a toda la sociedad. Incluso a las clases opuestas, como la nobleza y el campesinado y a la clase antagónica, los asalariados.
En segundo lugar, con la generalización del sistema del salariado -que implica la conversión de la fuerza de trabajo en una mercancía- las relaciones mercantiles impulsadas por la burguesía se instalan en la base de la sociedad, rigen la cotidianeidad de la vida de la mayoría de las personas y, entonces, el modo de producción capitalista alcanza su apogeo. Finalmente la burguesía, apoyada en su creciente predominio económico e ideológico, avanza sobre las instituciones y -con revoluciones políticas o sin ellas- se apodera del poder del Estado. El mayor o menor éxito de estos procesos determina la solidez del capitalismo en cada país o región del mundo.

Esta transición también está pautada por acontecimientos políticos, ideológicos y sociales que son reflejo de las moleculares, imperceptibles transformaciones en la base de la sociedad. De lo que se trata entonces, es de fijar nuestra atención en estas transformaciones y relativizar la importancia de los acontecimientos que son reflejo de ellas y que abren o cierran, promueven o frustran el desarrollo del capitalismo. Aún cuando estos acontecimientos tengan la magnitud y trascendencia de, por ejemplo, la Revolución Francesa de 1789.

El motor de la transición hay que buscarlo en la lucha de las clases antagónicas del sistema feudal: los campesinos dependientes y la nobleza terrateniente. Cada sublevación campesina, cada campesino que individualmente rompe la relación de servidumbre que lo ata al feudo, debilita al conjunto de las relaciones feudales. Pero ese individuo, libre de las ataduras feudales, debe establecer otras relaciones, que son –necesariamente- de tipo mercantil. Las relaciones feudales se disuelven a la vez que, paralelamente, las relaciones mercantiles se fortalecen. Las clases antagónicas del modo de producción feudal se debilitan sin imponerse una sobre otra, hasta dejar de ser las clases fundamentales. Su lucha ha desplegado todas las potencialidades del feudalismo y ha dado lugar al surgimiento de otras clases -la de los capitalistas y asalariados- que son, por lo tanto, una síntesis de esa lucha. La vieja contradicción se extingue y con ella las clases sociales que la corporizan.



LAS REGULARIDADES

De esta sucinta y sesgada descripción de las dos transiciones ocurridas en Occidente en sociedades de clase, podemos inferir algunas regularidades.

1) La nueva forma de organización social, basada en novedosas relaciones de producción se desarrolla en el seno de la vieja sociedad, se va fortaleciendo a expensas de la antigua hasta transformarse en dominante. Este lento proceso, imperceptible para los protagonistas, es la base sobre la que ocurren acontecimientos que son materia de la historia fáctica y que expresan esas transformaciones. Lo nuevo, lo que después puede transformarse en dominante, siempre aparece débil, informe, como si sólo fuera una desviación de la norma. Tal, por ejemplo, la incipiente burguesía en la Edad Media y el proletariado a finales del siglo XVIII.

2) La lucha entre las clases antagónicas, entablada en las esferas de lo económico, lo político y lo ideológico, despliega las potencialidades, desarrolla, el modo de producción de que se trate. En ninguno de los dos casos culmina con el triunfo de una clase sobre otra. Por el contrario, ambas se extinguen dando paso a una nueva contradicción de clase, con otros protagonistas, que son la síntesis de la lucha entablada entre las antiguas.


3) La difusión de la ideología de las nuevas clases, surgida inmediatamente de las nuevas relaciones sociales y de producción en desarrollo, precede, en varios siglos, a la concreción, en el plano político, de las nuevas relaciones de clase. Las fuerzas sociales emergentes van tiñendo a la sociedad con sus concepciones y escala de valores, mucho antes de transformarse en las fundamentales de la sociedad. Tal el caso del cristianismo en la sociedad esclavista romana y la ideología burguesa en el medioevo. Pero ningún modo de producción se da en estado puro. En esa síntesis, que es la expresión del surgimiento de lo nuevo, hay una economía que permite utilizar los viejos materiales, adaptándolos. Lo viejo no desaparece del todo, se recicla, se re-significa, para adaptarse a lo que emerge.

4) La técnica, aún con avances y retrocesos, es un elemento dinámico en ambos procesos. Su desarrollo y la consecuente transformación social que produce, chocan de forma creciente con las relaciones de producción establecidas para un larguísimo periodo histórico y expresadas en las formas de dominación política de clase.

LA ETAPA ACTUAL

El sistema capitalista es, también, transitorio. Podemos encontrar, entonces, elementos que, a despecho de sus apologistas, nos indican su debilidad estructural, su transición hacia otra forma de organización social.

El desarrollo de la tecnología atraviesa actualmente una transformación revolucionaria. Es probable que nunca antes la humanidad viviera una aceleración tan sorprendente. Este fenómeno produce una mutación social cuyos alcances son difíciles de prever, pero algunas de cuyas consecuencias son ya visibles. En el modo de producción capitalista, la técnica es un arma que la clase capitalista utiliza contra su clase antagónica. Además de contribuir a maximizar la ganancia, el objetivo simultáneo de los capitalistas es debilitar la fuerza de la clase trabajadora. El impacto más evidente de las nuevas tecnologías se observa en el mundo del trabajo.

La difusión del sistema del salariado, a partir de la generalización de los métodos fabriles, fue la premisa sobre la cual el mercado se convirtió en la forma cotidiana de socialización para gran parte de la humanidad. La expectativa más aceptada veía, en la expansión mercantil, la principal herramienta de inclusión social. Sin embargo, las modernas tecnologías producen el fenómeno contrario: su desarrollo disuelve, de manera creciente, el vínculo salarial. Las consecuencias más evidentes de este fenómeno son la disminución progresiva del número de asalariados y la decreciente influencia de este sector de las clases trabajadores sobre la dinámica de la lucha de clases. Pero las clases fundamentales del modo de producción capitalista están vinculadas recíprocamente. A cada cambio en una se corresponden cambios en la otra.

Paralelo a esta disminución del conjunto de los trabajadores asalariados, se produce una disminución cuantitativa de la clase capitalista. Por mecanismos diferentes -principalmente la competencia- el conjunto de los propietarios de medios de producción se restringe, con la consecuente concentración de su propiedad en una oligarquía, cuyo número disminuye progresivamente. Los sectores propietarios desplazados de la producción, que en general asumen formas de apropiación rentística del plusvalor, no pueden ser considerados, en sentido restringido, clase capitalista.

La dinámica social estuvo, durante por lo menos los últimos dos siglos, en gran parte determinada por el enfrentamiento entre la clase obrera y la clase capitalista. Esta lucha entre las clases fundamentales del modo de producción capitalista tuvo como consecuencia, al igual que en los sistemas que lo precedieron, el despliegue de todas las potencialidades del mismo. Pero las experiencias anteriores no nos autorizan a concluir que dicha lucha culmine con el triunfo definitivo de una clase sobre otra. La realidad actual parece indicar lo contrario: el decrecimiento numérico y la consecuente transformación de la influencia de ambas clases desemboca en la emergencia de otros actores sociales y otras formas de lucha social.

Constatamos la existencia de un sector social, denominado indistintamente excluidos o marginados, que forman un conjunto que aumenta al compás del desarrollo tecnológico que impulsa la clase capitalista. Su condición deriva de la expulsión de millones de personas del ámbito del trabajo asalariado y de la ruina de los propietarios más débiles. Esto significa su progresiva exclusión del mercado para acceder a la satisfacción de sus necesidades. Pero no están excluidos de la sociedad;

Los sectores expulsados de la relación salarial y los propietarios arruinados debilitan su relación con el mercado global e ingresan, paulatinamente, en el territorio de la marginalidad social. Deben resolver sus condiciones de existencia estableciendo relaciones -que son relaciones de producción- fuera del ámbito del mercado de trabajo capitalista. Al ser un fenómeno creciente, que responde a la lógica del desenvolvimiento del modo de producción capitalista, la marginalidad social se constituye un actor social cada vez más importante. Corresponde entonces comprender el papel que cumple en la actual dinámica social y que no parece ser explicado suficientemente desde la perspectiva que le adjudica escasa o nula relevancia en los procesos de transformación social. Los excluidos del mercado laboral, los marginados por la sociedad, todos ellos desocupados, están siendo objeto de un tratamiento más atento por los estudios sociales actuales.

La clase burguesa, su ideología y las relaciones sociales que establece, preceden en varios siglos a la consolidación del modo de producción capitalista. Hoy, esa organización y esa escala de valores perviven más allá de la gradual y creciente disolución de las relaciones de producción capitalistas. Pero la ideología burguesa dominante no goza de buena salud. Para no alejarnos demasiado en el tiempo, durante los dos últimos siglos a sido sometida a una implacable crítica. Baste mencionar algunos de los grandes movimientos ideológicos y políticos como el anarquismo, el socialismo, el marxismo, el movimiento hippie, la ecología, etc. Y más recientemente, las estrategias y nuevas formas de organización que adoptan los sectores sociales marginales para producir y reproducir sus condiciones de existencia. Su cambiante vinculación con el mercado, las formas de propiedad y distribución que adoptan y la representación simbólica que elaboran, conforman, en algunos aspectos, una fragmentaria, pragmática y espontánea negación de los valores y concepciones de la dominante ideología burguesa .

La lucha de clases impregna todos los intersticios de las sociedades divididas en clases. Que sus protagonistas fundamentales durante un periodo histórico dejen lugar a otros, no significa su extinción. No se trata, ni mucho menos, de sentarse a esperar el paso del cadáver del capitalismo. Concientes o no, con objetivos claros o sin ellos, los seres humanos, por el hecho de vivir en sociedad, participamos de esa lucha. Su resultado está determinado sólo en la medida en que ciertas tendencias y fuerzas sociales se fortalecen o debilitan y la voluntad de luchar por un mundo más justo se mantiene. La utopía se renueva.



Bibliografía:
AMIN,S. 1986. El desarrollo desigual; 1º edición en español. Barcelona,España. Planeta-Agostini.
ANDERSON,P. 1998. El Estado absolutista. 15º edición Méx., Siglo XXI editores.
ANDERSON,P. 1997. Transiciones de la antigüedad al feudalismo. 22º edición. Méx., Siglo XXI editores.
DOBB,M. 1996. Del feudalismo al capitalismo en RODNEY,H. La transición del feudalismo al capitalismo. Barcelona,España, Grijalvo.
HOBSBAWM,E. 1996. Del feudalismo al capitalismo en RODNEY,H. La transición del feudalismo al capitalismo. Barcelona,España, Grijalvo.
MARX,C. 1972. El Capital. 2º edición en español 1959. Méx.,Fondo de Cultura Económica.
MARX,C. 1973. Introducción a la crítica de la economía política. Buenos Aires,Arg., Anteo.
VILLARREAL,J. 1989. La exclusión social. 1 de. Buenos Aires, Flacso-norma.






ACTIS CAPORALE, Oscar. Licenciado en historia ( Universidad de la Habana.Cuba). Docente de la Universidad Autónoma de Puebla (México) Universidad de Buenos Aires y de la Universidad de Lomas de Zamora (Argentina).Investigador del PROFIDE (Programa de Fortalecimiento para la Ejecución de Proyectos de Investigación ) de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Lomas de Zamora.
CARRERAS Silvia. Licenciada en Ciencias Antropológicas. Docente de la Facultad de Ciencias Sociales de Lomas de Zamora y el Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires. Investigadora del PROFIDE (Programa de Fortalecimiento para la Ejecución de proyectos de Investigación) de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Lomas de Zamora ....................................................................
KAMINECKY,Margarita. Licenciada en Ciencias Antropológicas. Docente de Antropología en la Facultad de Ciencias Sociales de la universidad de Lomas de Zamora . Dedicada a la docencia media y superior (Promoción comunitaria y Trabajo Social ). Investigadora del PROFIDE (Programa de Fortalecimiento para la Ejecución de Proyectos de Investigación) de la Facultad de Ciencias sociales de la Universidad de Lomas de Zamora.
PEDOT, Lautaro. Estudiante de Comunicación Social de la facultad de Ciencias Sociales de la universidad de lomas de Zamora. Participa como investigador del PROFIDE (Programa de Fortalecimiento para la Ejecución de Proyectos de investigación) de la Facultad de Ciencias Sociales de la universidad de Lomas de Zamora ......................................................








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